Navidad

Las luces luchan por ver
quién es la que más brilla
así muera la última córnea del planeta
Los bolsillos se llenan de deudas
los altillos se vacían de mesura
Afuera es de noche
adentro es de día, día artificial
El conejo ya no brinca
sus restos chapotean
en salsa de ajo
sitiados por el último batallón de papas fritas
y al acecho
varias copas de cava de Hacendado
a medio escupir
El suelo se viste con alfombras de papel arrugado
sus colores vistosos
crujen con cada pisada
Hay risas sinceras que emanan inocencia por los cráteres
Hay risas de rimen que ocultan las arrugas del día a día
Hay risas que retienen el puño lejos de la mesa
Cincuenta semanas ahorrando alegrías
metiendo cada sonrisa, cada esperanza en la hucha
para malgastar sus escuálidos intereses
en compañías deficitarias
¿Lo hemos hecho bien?
nos preguntaremos las siguientes cincuenta semanas
mientras seguimos ahorrando cada breve risa
para reír con más ganas que nadie
en la próxima navidad.

Eclipse


El fuego de los mares soplará
tras el polvo de mis pasos.
Una lágrima iracunda
huirá de mi sonrisa.
Cien latidos por babor
bombearán cien salvas
en honor de los vestigios
del valiente que no fui.
Pavesa, gota, brisa, grano;
espadas que atravesarán
la esperanza al microscopio.
Manecillas que se detendrán
cuando el sol
de mi pecho
se esconda en
un eclipse
permanente,
permanente,
permanente,
permanente,
permanente…

Un niño perdió un gato

Un niño perdió un gato
de caucho, de madera
o de latón, ¡Qué se yo!
Dormitaba en la calzada y
lloraba lágrimas de rocío
Debió perderse antes de morir
la madrugada

Un niño perdió un gato
¿Jugaba? ¿Corría?
¿O iba de la mano de mamá
al mercado, al parque
O a casa de la abuela
Con un ramo de flores?
Solo se que era el día de la madre

Un niño perdió un gato
Quien sabe cuántas tardes
alzó el vuelo
entre sus dedos
Un día habrá sido Superman
O Mickey Mouse,
o Peppa Pig
O tal vez fuera garfield
Y le preparara una lasaña
con un horno de resina

Un niño perdió un gato
Ya no oirá el maullido
con regusto a petróleo
de su alma refinada
Ya no sentirá su ronroneo
ni su rabo mesará su pierna
Un niño perdió un gato
poco antes de que el gato
lo perdiera

Pripiat

Al ritmo del viento, que hoy solo es brisa,
bailan mil neutrones en un casco de bombero.
Al lado un oso rezuma guata
esperando que, un siglo de estos,
le zurzan la barriga.

El cine sin proyección, la piscina desierta
y un jardín de infancia que ya no tiene infancia.
En lo alto, una hoz y un martillo aún velan
a un pueblo que hace tiempo
está velado.

Casi todo es silencio, pero a veces lloran
el bosque rojo y el pájaro carpintero
recordando al átomo que quiso escaparse
y que finalmente se escapó
de nuestras manos.

Sal a jugar con los niños
que ya no jugarán en ese parque de arena,
que aún tiene un tobogán y un columpio.
Sigue el Bulevar Lenin, y llegarás
a un corazón que aún palpita.

Si te arde la garganta, pídete una ryazhenka
en el café Pripiat; y conversa con nadie
de lo que no quieras hablar.
Y observa,
observa los cipreses; son los zares bondadosos
de esta tierra de ajenjo.

A Medina, Luceno y cómplices

Púdranse
como se pudrieron nuestros abuelos en las camas
de las residencias
Púdranse
como se pudrieron nuestros sueños
asfixiados entre cuatro paredes mohosas
sin ventilación
sin oxígeno
sin libertad
Púdranse
como se pudrieron las retinas
de médicos y médicas
enfermeros y enfermeras
celadores, celadoras
bajo veinticuatro horas seguidas de luz blanca
Púdranse
como el dinero que pudrió sus pantalones
como las mascarillas que pudrieron nuestras bocas
como el tráfico de influencias que pudrió nuestra convivencia
Púdranse
Y que yo lo vea

Desastre natural

Qué otra forma hay de quererte
que crear con un chasquido
un relámpago que inflame
tus pinares más ocultos.

Qué otra forma hay de abrazarte
que no acabe removiendo
todo el magma en tus entrañas
hasta que el volcán explote.

Qué otra forma hay de dormirme
abrigado en tus infiernos
que apagar tu sol de un soplo
y encender todas tus noches.

Qué otra forma hay de alentarte
sin que arrecie la tormenta
que convierte en un oasis
los desiertos de tu cuerpo.

Qué otra forma hay de enfrentarnos
al futuro amenazante
entre tantos terremotos
que derruyen tus abismos.

Qué otra forma hay de extendernos
más allá del infinito
que construyendo huracanes
que sacudan tu hojarasca.

Qué otra forma hay de aceptarnos
como somos sin reproches
que inundarnos con las olas
que esculpen nuestros mares