Eclipse


El fuego de los mares soplará
tras el polvo de mis pasos.
Una lágrima iracunda
huirá de mi sonrisa.
Cien latidos por babor
bombearán cien salvas
en honor de los vestigios
del valiente que no fui.
Pavesa, gota, brisa, grano;
espadas que atravesarán
la esperanza al microscopio.
Manecillas que se detendrán
cuando el sol
de mi pecho
se esconda en
un eclipse
permanente,
permanente,
permanente,
permanente,
permanente…

Ruge el aire

Ruge el aire.
El cielo llora sangre negra
que arde al contacto
con las raíces.
Un relámpago parte mi piedra por la mitad
y deja entrever
un brillo de amatista
que se apaga con la siguiente bocanada
de fuego.
Las nubes ya no traen agua;
solo escombros.
Los mirlos cantan
desde la rama más endeble
del árbol del ahorcado,
que se mece al ritmo
de su risa.
Ríe con cada sol
que mana de la tierra
y se pregunta si no hay soga
suficiente para todos.