Línea ocupada

Al dios de los creyentes, a quien deberían dejar descansar durante un tiempo

No paro de escuchar mi nombre en tus lamentos.
No cesa el retumbar de tu voz invocando
a este pobre creador de espíritu algo blando.
No dejas de llamarme como un simple elemento.

Algunos me reclaman en el tiempo de descuento,
pero tú siempre me invocas con todo tu empeño
para tratar incluso hasta el asunto más pequeño;
mas después no faltará tu orgulloso lucimiento.

Ya los fieles no reciben mi palabra anunciada
ni los enfermos obtendrán el más triste milagro
ni a los mendigos cubriré de la lluvia y de los vientos;

pues contigo siempre tengo la línea ocupada.
Desde que me llamas mi credo se ha hecho magro.
Desde que me convocas mi sueño es un tormento.

Que así sea

Y vio Dios que los hombres se peleaban por Su existencia. Y decidió que debía predicar la tolerancia de credo y liturgia. Y después de buscar entre todos los hombres buenos se fijó en Eustaquio de Algeciras.

Y en medio de la lluvia se abrió paso un rayo de sol que iluminó a Eustaquio. Y el Señor dijo: «Eustaquio, serás tú quien pregone entre los hombres la tolerancia. Nadie más habrá de pelearse por Mi existencia, y nadie más habrá de imponer su Fe al prójimo. Que así sea».

Y Eustaquio cayó de rodillas, y alzó las manos al cielo, y agradeció al Señor Nuestro Dios, con lágrimas borboteando de sus ojos, la Misión que le había sido encomendada.

Y cuando el cielo volvió a cerrarse, Eustaquio se puso en pie, señaló a su hermano con el dedo acusador y le dijo: «¿Ves como sí existe?».