Uno, dos, tres… así hasta cien. Cien son los barrotes de la celda en la que me hallo encerrado. Ignoro cómo he llegado aquí. Tampoco se me ha ocurrido cómo escapar. Todo el esfuerzo lo dedico una y otra vez, una y otra vez, a contar estos barrotes. Cien. Ni uno más. Ni uno menos.
Uno, dos, tres… Si cuento cien, una nube de sosiego me envuelve en sus brazos, pero me zafo de inmediato para contar de nuevo. Si el recuento resulta inexacto, vuelvo al principio y cuento con desesperación.
Cien son los barrotes de esta celda. Cien, creo.
A magali, por enseñarme el mundo de los drabbles, obras literarias de exactamente cien palabras.
Ya eres alumno aventajado, Rubisco.
Me encanta la manera que tienes de expresar que estás oprimido en esa forma de expresión. Me encanta la facilidad con que improvisas sobre cualquier tema, o reto. Y me admira lo bien que escribes.
Un abrazo.
Muchas gracias, Magalí.
Por alguna circunstancia la improvisación y el encadenamiento explosivo de ideas siempre se me ha dado bien, y es algo que trato de explotar. Es un orgullo contar con el apoyo de personas como tú.
Un abrazo.