Nunca había llorado ninguna pérdida. Nunca le había dolido desprenderse de nada.
Hasta ese día.
Su llanto había sido tan celosamente encubierto que cuando al fin brotó aquella lágrima se resistió a separarse de ella. Desde entonces, ese tenue brillo frágilmente anclado a su pestaña la acompañó el resto de sus días.
Precioso Rubi, me encantó 🙂
Soy fan de los micros. Y en concreto de los tuyos 🙂
Gracias, Magali :). Para mí, los micros son como la leche condensada: más cremosos y dulzones, y como se toman de poco en poco no llegan a empalagar.